¿Cómo acabar con los plásticos de las playas y lograr tener un producto de lujo? Un par de empresarios chilenos se propusieron limpiar las costas, reciclando las botellas de plástico en revestimientos y pisos con un acabado sorprendente, que ofrecen a un público cada vez más preocupado del medio ambiente.
Construcción sostenible
En Chile, el mercado de producción local de cerámicos es muy escaso, por lo que la mayoría son importados de China y Perú. El gran problema es que la producción en esta industria está asociada a la alta emisión de compuestos volátiles que empeoran la calidad del aire y de los suelos cercanos. Además, se emite una considerable cantidad de CO2 por la combustión de los materiales arcillosos necesarios para su fabricación.
Erwin Uribe y Diego Cartés, un par de emprendedores chilenos, vieron la oportunidad de crear revestimientos, pisos, macetas y un catálogo de muebles hechos a partir de una mezcla de plástico reciclado y cemento. Este plástico es recuperado de botellas desperdigadas en las playas que, si no se recolectaban, pasarían a seguir formando las grandes islas de plástico en el mar Pacífico. O también dentro del estómago de alguna desafortunada especie que lo tragó accidentalmente.
Uniendo el cemento y el plástico
Erwin Uribe veía que cada temporada las playas de Arauco, su lugar de origen, se llenaban de más plásticos. Ideó en su tesis universitaria de ingeniería química un proceso por el cual se podía añadir plásticos reciclados a una mezcla de construcción, y lograr la misma resistencia que la alternativa tradicional. Pero el gran reto que atravesó es que esta industria necesitaba un gran capital y por ende una inversión en escalabilidad que todavía no estaba en sus manos.

A partir de allí junto a su socio Diego Cartés, se encomendaron en crear una solución para una industria más accesible, y así nacieron los revestimientos y pisos hechos a base de plástico PET reciclado. El proceso patentado de esta empresa también comprende el uso de un biopolímero a base de aloe vera que permite que estos componentes se adhieran y logren tener la resistencia necesaria para conseguir las certificaciones de funcionamiento y comercialización requeridas en el área de construcción.
Cartés cuenta que esto no hubiera sido posible sin la accesibilidad fondos públicos, privados y créditos, que pudieron obtener con su propuesta. “Ya pasamos el punto de equilibrio y estamos replicando esta industria en todo el mercado chileno” señala.
Además, estos empresarios garantizan que sus productos tienen en su composición hasta un 60% o 70% de plástico, la máxima cantidad posible para lograr un producto funcional y estético.
Sostenibilidad total
Green Bricks implementó un sistema de acopio en puntos limpios en colaboración con el Municipio de Arauco. Un contenedor en forma de ballena que llaman “Débora” es donde los araucanos depositan sus botellas cerca a la playa y al estadio principal.
Uribe cuenta que utilizaron a este animal como representante en su acopio porque les causó gran conmoción la historia de las ballenas que encontraron muertas en Chile y en varias costas del mundo, con una gran cantidad de plástico dentro de sus estómagos. De esta forma han logrado concientizar a parte del público chileno y transformar hasta hoy más de 45 toneladas de plástico PET. “De acá al 2050 habrá más plástico que peces en el mar. Somos la última generación que puede hacer algo” comenta Uribe con preocupación.

El plástico es llevado a su planta de revalorización donde es seleccionado y triturado en tamaño milimétrico. Posteriormente se cocina con el cemento y el biopolímero. Para esta cocción procuran usar fuentes energéticas limpias y aceites derivados de la pirólisis de neumáticos usados.
“Para reciclar y revalorizar una botella de plástico se generan 3.5 kg de Co2, y su reciclabilidad se pierde con cada producto. La huella de carbono de nuestro proceso es de 0.8 kg CO2 por cada botella. Además, tenemos 0 huella hídrica, porque no necesitamos lavar el material” señala Uribe
Los fundadores de Green Bricks cuentan que las etiquetas de las botellas se utilizan para formar ecoladrillos y las tapas se donan a una fundación que las vende para ayudar a niños con cáncer.
Una industria circular
Uribe y Cartés tienen claro que la oferta actual de sus productos está por debajo de la gran demanda que existe. Hasta hoy han comercializado 2500 m2 de revestimientos y pisos, sin contar maceteros o muebles que también tienen lugar en su catálogo. Green Bricks indica que cada metro construido requiere 200 botellas plásticas.
Ellos señalan que para aumentar su capacidad aún les falta implementar más plantas de triturado y revalorización para llegar a más zonas periféricas de Chile, pues la mayoría de plantas recicladoras de plástico están cerca de la capital. Por ejemplo en las zonas de Linares, Viña del Mar y la Patagonia trabajan con plantas maquiladoras, a quienes le brindan la fórmula con un contrato de confidencialidad para que Green Bricks luego pueda ofrecerlo al mercado local.

Desde esta empresa cuentan que han encontrado al público necesario para aumentar su potencial. Algunos de sus revestimientos o pisos están a la par en precios con la oferta tradicional, pero señalan que el sector de los acabados tiene un nicho premium de un público dispuesto a pagar un coste diferencial por un producto que cuenta con un diseño exclusivo, con cantidades limitadas y que sobre todo garantice el menor impacto ambiental posible.
“La industria de la construcción no puede seguir de la misma manera. Tiene que haber un cambio a través de la sostenibilidad”, puntualiza Erwin Uribe. “No hacemos esto por ser bonito, por estar a la moda, o junto a las tendencias. Es por esta necesidad de hacer el cambio, que debe convertirse en una política mundial” finaliza Diego Cartés.
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Erwin Uribe, Emprendedor chileno
Diego Cartés, Emprendedor chileno