Un empresario ecuatoriano logró aprovechar las propiedades del Ganoderma lucidum para crear envases en reemplazo del poliestireno expandido.
Espumafón por todos lados
Es difícil ver a nuestro alrededor y pensar en un electrodoméstico, computadora, mueble o comida que no haya tenido en su proceso logístico trozos de poliestireno expandido (EPS) para su protección y transporte.
Y es que el EPS o espumafón, como se conoce en Ecuador, se usa en casi todas las industrias por su bajo costo, facilidad para el transporte, resistencia a impactos y cambios de temperatura.

Sin embargo, este material no es posible de reciclar dentro de Ecuador. Por ello, este tipo de plástico expandido con aire (de allí su nombre poliestireno expandido) representa una gran fuente de contaminación en mares, playas, ríos.
Pues por el mismo hecho de ser un plástico, su tiempo de degradación es de más de 500 años, y al tener en su composición un 98% de aire, no resulta atractivo para ser reaprovechado por agentes recicladores. Pues en el mismo espacio que se transporta este material se podría transportar chatarra ferrosa, RAEE, botellas PET que cuentan con un valor más alto y una cadena de reciclaje mejor establecida.
Pero, ¿qué se puede hacer?
Los hongos salvarán al planeta
El economista César Silva Brito se encontraba trabajando en proyectos de desarrollo sostenible cuando se percató que negocios basados en biotecnología podrían ser una excelente alternativa de inversión. De allí, con mucha investigación encontró en los hongos una solución que tanto buscaba: hacer biomateriales que puedan reemplazar a las opciones plásticas.
Es por ello que desde 2019 la empresa BIOFÁBRIK encuentra después de un arduo proceso de experimentación, la fórmula idónea para desarrollar un reemplazo del poliestireno expandido. La solución: una amalgama de aserrín con micelios (aparato que nutre al hongo) de la Ganoderma Lucidum o también llamado hongo reishi.
“Creamos un esquinero protector de muebles. 100% orgánico, 100% biodegradable y todo es elaborado con residuos agroindustriales y hongos comestibles” comenta Silva.
Esta empresa ganadora de la categoría ‘Residuos Sólidos’ en los Premios Latinoamérica Verde ha logrado industrializar su proceso productivo. De forma que cuentan con la capacidad suficiente para ofrecer sus soluciones bioecológicas según la demanda que requieran.
La producción actual al mes representa 750kg de viruta recuperada de aserraderos que se transforma entre 3000 a 4000 piezas de 12x12x9 cm o 14x21x9 cm.

Desarrollando raíces fuertes
Silva enfatiza que fue un reto hallar un sistema logístico que les permita tener la capacidad de 4000 piezas al mes que tienen ahora. Pues de modo lineal, la producción demoraría 60 días. Sin embargo, encontraron la solución en tener un stock constante de su materia prima, y con ello toda la logística de materiales necesarios para su producción. Es decir, el cultivo de hongos, y el acopio de aserrín obtenido de los residuos de empresas madereras adyacentes a la sede de BIOFÁBRIK.
Así desarrollaron un sistema vertical de producción de hongos en un vivero propio que garantiza hasta tres cosechas de micelios cada 7 días y un crecimiento continuo de nuevos hongos cuando la cepa queda desechada.

El proceso es así: los hongos son plantados en el sustrato de aserrín. En 7 días los micelios que crecen en el interior se mezclan con el sustrato. Así logran un desarrollo suficiente para poder ofrecer varias cosechas, y tener una producción constante de materia prima. Esta materia prima es cortada, para luego ser envasada en moldes de esquineros o productos que BIOFÁBRIK requieran, y tomen la forma solicitada.
Así se logra un producto de color amarillento que cuenta con las mismas propiedades de resistencia que el espumafón tradicional, pero con la posibilidad de degradarse en 6 meses, y un mayor soporte a la temperatura, con capacidad de no incendiarse al contacto con el fuego, disminuyendo el riesgo de incendios en almacenes.
Silva indica que, para el caso de los esquineros, pueden procesar entre 3500 a 4000 al mes. Y planean que sus productos no solo estén destinados a la industria de embalajes, sino también en el sector de construcción y poder desarrollar un producto que reemplace también a las bandejas de espumafón que contienen alimentos.
Alternativas comestibles
En BIOFÁBRIK se percataron que además podrían ofrecer bajo un negocio alternativo, otras partes del hongo para consumo humano. Así empiezan a cultivar el mismo Ganoderma Lucidum, pero enfocado en la cosecha de su tronco y “sombrero”. Estos pasan por un proceso de deshidratación y envasado para ser distribuido en las principales tiendas ecuatorianas. Hoy cuentan con la capacidad productiva de mil hongos al mes.
Además de las propiedades nutracéuticas de este producto, el requerimiento de agua es de 0.10 % en comparación a alternativas proteicas tradicionales como la carne de vacuno.

Coste real vs coste aparente
César Silva se confiesa un entusiasta de los hongos, y sabe que realmente estos pueden ser un sistema de agricultura que pueda salvar al planeta. Sin embargo, también es cierto que las opciones plásticas tradicionales como el espumafón, con difícil cadena de reciclabilidad, tienen un atractivo de compra preferente por su bajo coste y alta oferta.
Por ello, se necesitan de otras estrategias para abarcar una mayor cuota de mercado. Pues como señala Silva, la capacidad podría duplicarse a finales de 2022 con las condiciones de mercado idóneas.
Y es que muchas industrias no consideran el coste total de los envases al definir su logística. Las leyes de Responsabilidad Extendida del productor se preocupan por ello, pero en países donde no se encuentran desarrolladas, el poder concientizar la mente del empresariado se convierte en un reto constante.
Y es entonces cuando se tiene que valorar el coste real del producto por el coste aparente. El espumafón puede ser más barato que la alternativa de BIOFÄBRIK, pero el coste ambiental y el coste social de los plásticos es infinitamente más alto que un producto hecho a base de biotecnología que se degradará en 6 meses.

Esto en economía se llama externalidades negativas.
Silva lo ejemplifica bien. Y es el caso de una persona que podría desarrollar cáncer o intoxicación por comer continuamente peces que accidentalmente engulleron plástico que no pudo ser reciclado, como el espumafón.
Además, desde esta empresa esperan que el ecosistema de negocios en Ecuador pueda ofrecer incluso más oportunidades de créditos verdes para empresas ambientalmente responsables, que requieran un financiamiento especial para poder industrializar sus procesos.
“Hemos tenido una respuesta super buena. Las empresas buscan este cambio a la sostenibilidad por dos factores, y es que están atadas dentro de su planificación a objetivos de desarrollo sostenible. Migrar a nuestra solución les permitiría reducir su huella de carbono y cumplir con los ODS” finaliza Silva.
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César Silva, CEO