Una empresa peruana y una chilena trabajan para ofrecer al mercado productos hechos con algas, bajo un sistema de producción sostenible y que conserva las cualidades alimenticias sin descuidar el sabor.
En el mar la vida es más sabrosa, cuenta la conocida canción de la Sonora Matancera. Resulta que no solo la brisa marina y los peces son los mecanismos que hacen de los ecosistemas marinos algo tan interesante, sino la gran cantidad de algas disponibles, cuyo alto valor nutricional y fácil cultivo (algunas algas crecen hasta medio metro al día) las hacen una excelente alternativa para una alimentación nutritiva y sabrosa.
Las múltiples proyecciones de las Naciones Unidas señalan que hasta el 2050 la población crecerá más de 50%, ¿de dónde se conseguirá alimento para todos? Muchos expertos ven en estas algas marinas el alimento del futuro para las generaciones venideras. Pero desde hoy en varios países de Latinoamérica se han establecido modelos de producción sostenible de comida con base de estas algas. Así acercan el consumo de estos “alimentos del futuro” a la generación de hoy.
INSPIRALL: Espirulina crunchie para todos

Si hay un “superfood” que cada día está ganando más consumidores es la espirulina. Esta alga de origen marino es altamente solicitada por su valor nutricional y por la relativa facilidad en su producción. El cultivo de espirulina es amigable con el medio ambiente por la considerable reducción de su huella hídrica en comparación a un cultivo tradicional con el mismo valor nutritivo. Además, al crecer captura altas concentraciones de carbono de la atmósfera, lo que mitiga el impacto ambiental.
La empresa peruana Inspirall maneja un sistema de producción de espirulina en piscinas construidas especialmente para este cultivo. Después de unas semanas cosechan el alga y mediante un proceso controlado de secado con energía solar, logran las Spiru Crunchies. Este es un snack crujiente, vegano y orgánico que conserva sus propiedades nutricionales en una presentación más amable y sabrosa con el usuario.
“Damos una solución en una de las cadenas de producción más contaminantes del mundo (la agricultura). El Perú tiene una gran variedad de climas y la espirulina puede crecer en costa, sierra y selva” señala Francesco Persivale, cofundandor de la empresa Inspirall.

Pero su proceso va más allá. El principal servicio de Inspirall es replicar la producción de espirulina con agricultores locales. De esta forma el alga no solo alimentaría a su comunidad, sino que también los agricultores podrían venderla al mercado internacional o a Inspirall para realizar las Spiru Crunchies u otros productos.
“Producir espirulina es tan fácil que es el mismo agricultor quien realiza el mantenimiento y cosecha. Solo se necesita capacitación. Puede complementar a los cultivos tradicionales porque su mantenimiento no requiere mucho tiempo y hasta las personas de la tercera edad pueden realizarlo” comenta Persivale.
Este empresario enfatiza que la inversión para una granja sostenible de 120 m2 de espirulina ronda los 5 mil USD, cuyo costo y producción recomienda que se dividida entre 4 agricultores.
Así garantizan que una vez se estabilice la producción y se consiga la penetración de mercado adecuada, se recuperará la inversión en 12 meses. “Tuvimos una intención de compra desde Canadá por 80 toneladas. Solo nos falta llegar a la cantidad de producción” comenta Persivale.
AMAREA: Cochayuyo crujiente del mar a la mesa

Chile es uno de los países que más extensión explotable de mar tiene en Sudamérica. Por ello además de la millonaria industria pesquera, también existe una industria alguera de más de USD 217 millones, cuyo destino principal es la exportación.
El cochayuyo, que traducido del quechua significa “planta de mar”, está muy presente en la historia gastronómica de este país sudamericano. Sin embargo, según señalan varios expertos, no se ha explotado aun todo su potencial.
Y es que la gran ventaja del cochayuyo frente a las alternativas agrícolas con el mismo potencial alimenticio y de producción, es su alta disponibilidad. Pero sobre todo la ausencia total de fertilizantes para su producción y su capacidad de crecer medio metro al día, lo que favorece a que su extracción no sea depredativa, según señala Ignacio Cueto, cofundador de Amarea.
Esta empresa chilena que surgió de la unión de Cueto, José Sagredo y el chef Marcos Baeza logró establecer un modelo sostenible de extracción y producción de cochayuyo. Así consiguieron los Seaweed Sticks, un snack vegano crocante que contiene 12,5 g de fibra dietética y 3g de proteína por cada 25 gramos del producto.

El cochayuyo lo extraen algueros de las costas chilenas y se lo venden a Amarea a través de dos sistemas extractivos legales: uno controlado donde se establece una cantidad máxima de extracción y uno libre, donde Amarea les paga hasta 5 veces el precio normal del alga para que el alguero no se vea en la necesidad de depredar la especie.
En ambos casos, esta empresa busca que la extracción sea sostenible con el tiempo y disminuir la brecha económica que afecta a los algueros en comparación del gran distribuidor.
“El intermediario era quien se llevaba todas las ganancias. A través de este sistema empoderamos a las comunidades algueras” señala Cueto.
Las algas son secadas bajo luz natural, y pasan por un sistema de picado, para luego ser salteadas y sazonadas con ajíes naturales o sésamo.
Amarea garantiza la trazabilidad en todo la extracción y la salubridad del procesado, lo que les ha facilitado el proceso de certificación USDA Organic, que les permitiría ingresar con mayor comodidad al mercado extranjero. Hasta hoy tienen presencia en 140 puntos de Chile, en la zona este de Estados Unidos y en algunos países de Asia.
La barrera del sabor
Ambos empresarios señalan que la principal barrera de mercado es educar culinariamente al consumidor para que puedan incorporar estos productos dentro de su consumo masivo, pues las algas, al estar en un ambiente salino, conservan un sabor ligeramente extraño al paladar no acostumbrado.
Persivale señala que, a diferencia de las alternativas de espirulina en polvo o cápsula que se ofrecen en el mercado, el snack que distribuyen tiene un sabor agradable, pues el diferencial en su proceso de secado, reduce el sabor intenso a alga. Sin embargo, todavía queda un gran trabajo para acostumbrar al mercado a su consumo.
Cueto coincide, y señala que a pesar de que el cochayuyo es el alga más consumida en Chile, en otros mercados la situación es diferente. Por ejemplo, para el mercado estadounidense se vieron en la necesidad de reducir la salinidad natural del producto.
Además, el tener un chef a su proceso les ha permitido experimentar con sabores más cercanos al imaginario cultural. Comenta que pronto saldrá el snack sabor BBQ, o en presentaciones similares a las hojuelas de papas, con un volumen de producción que pueda competir con los snacks o productos de consumo masivo.
Ambas empresas son enfáticas en señalar que allí está una gran oportunidad de mercado. “Estamos trabajando en una hamburguesa hecha a base de 4 algas” señala Cueto, mientras que Persivale finaliza “en el futuro, snacks como los Cheetos también deberían llevar nuestra espirulina”.
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Francesco Persivale, Cofundador – Inspirall
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Ignacio Cueto, Cofundador – Amarea